El otro amor del Presidente. Por qué Paulina Peña está robando cámara”, así anuncia Quién su artículo principal de su más reciente edición. En la portada de la revista de sociales aparece una foto de Enrique Peña con su hija mayor, muy sonrientes los dos. En el interior aparece un texto de Laura Manzo acompañado de 15 fotos muy bien escogidas. Se presume que la “aún adolescente está acaparando los reflectores con su fuerte presencia y su tremendo potencial. Habrá que seguirle la pista”. Por diversas razones, este artículo, que claramente contó con el apoyo de Los Pinos, me parece un error del Presidente.
Imagen tomada de Quién.com
Primero, porque este tipo de prácticas no se ven nada bien en un régimen republicano como el nuestro. Aquí se supone que creemos en la meritocracia: en que las cosas se ganan por las capacidades de un individuo y no por los genes que se heredan. En el caso de la política democrática, el poder se conquista por los méritos de un candidato al ganarse la confianza de la mayoría del electorado. Eso lo logró Enrique Peña Nieto. Pero, ¿cuáles son los méritos de su hija? Quizá tenga muchos (yo no la conozco) pero en el artículo mencionado sólo destaca por ser la hija mayor del Presidente, como si se tratara de la infanta heredera al trono. Al aceptar un artículo como éste, Peña demuestra un talante más aristocrático que republicano: olvida el valor de que uno es alguien en la vida por sus méritos y no por su linaje familiar. Tan sólo preguntémonos: si Paulina Peña Pretelini no fuera hija del Presidente, ¿ Quién le hubiera dedicado su portada y nueve páginas de la revista?
En segundo lugar, Peña se equivoca al abrir las puertas de su vida familiar a las revistas sociales y, por extensión, a las “del corazón”. Flaco favor le hace a su parentela y en este caso particular a su hija. A lo largo de mi carrera, he entrevistado a mucha gente famosa. Todos coinciden en que la única manera de evitar que la prensa chismosa y sensacionalista se meta con la familia es establecer una frontera muy estricta entre la vida pública y la privada. Sin embargo, Peña, con este artículo, manda el mensaje contrario: que se vale hurgar en la vida de sus hijos.
En un artículo memorable titulado Martita (16/02/2004), Jesús Silva-Herzog Márquez argumenta, con razón, que los gobernantes deben mantener cerradas “las persianas del pudor, ese impulso elemental que nos impulsa a cuidarnos de la mirada ajena cuando hacemos cosas que corresponden a nuestra vida privada. Del chicote interior que nos pide que no hagamos el ridículo”. Al respecto, el editorialista de Reforma ilustraba cómo Marta Sahagún, quien entonces era la Primera Dama, no tenía ningún pudor por aparecer en todo tipo de medios de comunicación: “Seguramente dentro de unas semanas, invitará a alguna locutora de televisión a recorrer los pasillos de la casa de todos los mexicanos […] En el momento estelar del programa, Martita le enseñará a la conductora los baños de Los Pinos. Mira, Lupita —le dirá con ese acento tan peculiar—, éstos son los baños de la casa de todos […] Ahí se rasura el Señor presidente y aquí, en este excusado, hago pipí […] Mira: así hago pipí. Y todos veríamos el conmovedor espectáculo por la televisión: Martita haciendo pipí”.
Silva-Herzog evidentemente exageraba el punto para ilustrar el peligro de abrir la vida privada de los familiares del Presidente como en su momento lo hizo Marta Sahagún. A eso se arriesga Peñacon este tipo de artículos: a que los paparazzi y la prensa chismosa ronde a la familia presidencial para capturar la imagen o nota sensacionalista que suba los índices de audiencia. (Hablando de aristocracia, que le pregunten, por ejemplo, a Kate Middleton, duquesa de Cambridge, sobre las fotos que la captaron asoleándose topless). No se vayan a quejar en Los Pinos cuando aparezca un escándalo de Paulina porque fueron ellos los que mandaron el mensaje de que se vale meterse con la vida privada de la hija mayor del Presidente.
Finalmente, con este tipo de artículos Peña comete el error de revivir un estereotipo de su persona: el del político frívolo que sólo le interesa el poder para que él y su familia salgan en la televisión y las revistas de quién es quién de la sociedad mexicana. Francamente no entiendo la necesidad de un artículo como éste, “ligero, veleidoso, e insustancial”, es decir frívolo, que contrasta, y mucho, con el buen arranque del sexenio.
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